Te voy a contar algo: cada vez que me siento a armar un itinerario para alguien, no pienso en “un cliente” ni en “un paquete”. Me imagino que yo soy el que va a tomar ese avión. Que yo voy a estar ahí, subiendo a esa montaña, probando esa comida, viendo ese atardecer. Y si algo no me convence para mí, tampoco lo pongo para ti.
No es que me haya inventado esta forma de trabajar de la nada. Aprendí a la mala viendo a viajeros que llegaban a Perú con toda la ilusión… y se encontraban con tours genéricos, guías apurados y horarios absurdos. En el peor de los casos, se iban con la sensación de que todo pudo ser mejor. A mí eso no me gusta.
Viajar sin sobresaltos (aunque no todo salga perfecto)
Te digo algo: por más que planifiques, siempre hay cosas que pueden cambiar. Una huelga, un cambio de clima, un atraso en el transporte. La diferencia está en cómo reaccionas.
Cuando organizo un viaje, no solo preparo el “plan A”. Siempre tengo listo un plan B (y a veces hasta un plan C) para que no pierdas un solo día. Si llueve el día que tenías la Montaña de Siete Colores, ya sé dónde llevarte para que vivas algo igual de especial.
Cada ruta es única
No me gusta repetir itinerarios como una fotocopiadora. Sí, hay lugares imperdibles, pero el orden, el ritmo y hasta las paradas intermedias cambian según la persona.
Una familia con niños pequeños no viaja igual que un grupo de amigos que quiere exprimir cada minuto. Un viajero solitario quizá prefiera más tiempo en mercados locales que en grandes tours. Por eso, antes de sugerirte algo, te pregunto todo: qué te gusta, qué no, cuánto tiempo tienes y hasta si eres de madrugar o no.
Evitarte dolores de cabeza antes de que empiecen
He visto a mucha gente llegar a Sudamérica y darse cuenta de que las cosas no son como en las fotos de Instagram. Distancias más largas de lo que pensaban, entradas agotadas, lugares cerrados por mantenimiento… y ahí empieza el estrés.
Yo no quiero que te pase eso. Por eso reservo con anticipación lo que realmente puede arruinarte el viaje si lo dejas para el último momento (sí, Machu Picchu está en esa lista). Y te explico de forma clara qué está incluido y qué no, para que no haya sorpresas raras de última hora.
No es solo un viaje, son recuerdos
Lo más bonito para mí es que, cuando termina el viaje, muchos me escriben para contarme qué fue lo que más disfrutaron… y muchas veces no es lo más “turístico”. Es ese almuerzo en una picantería de Arequipa, esa parada improvisada para ver un atardecer en el altiplano, o esa charla con un artesano en un mercado.
Eso es lo que me gusta crear: momentos que no estaban en la lista, pero que se quedan en tu memoria.
Si me preguntas por qué elegirme…
Porque no vas a ser un número más en una lista. Voy a estar pendiente de ti desde que me escribes hasta que vuelves a casa. Voy a pensar en tu viaje como si fuera el mío, cuidando cada detalle y reaccionando rápido si algo cambia.
Y sobre todo, porque sé que viajar no es solo moverte de un lugar a otro: es sentirte tranquilo, emocionado y acompañado.
Un último consejo entre viajeros
Si alguna vez has terminado un viaje pensando “pudo ser mejor”, entonces ya sabes por qué hago lo que hago. Planeemos algo que, cuando regreses, te deje diciendo “valió cada minuto”.
Escríbeme y empecemos a darle forma a tu próxima aventura.